PRÁCTICA II: La mirada del otro (enmascarado) #INVTICUA23
En casa no había muchos libros cuando mis hermanas y yo éramos pequeños. Sin embargo, sí que recuerdo que mi madre nos leía a menudo un libro de cuentos titulado “El arte de contar cuentos” de Sara C. Bryant. De todas las historias, recuerdo dos en especial: El cuento de Ratapón y El chacalito listo y el viejo cocodrilo. Me encantaban esos dos cuentos. Después, vinieron los tomos de Walt Disney, Bruguera (Zipi y Zape, Botones Sacarino, Mortadelo, etc.), novelas ilustradas, comics de Conan el Bárbaro, Thor, Spiderman... y algún libro más serio del tipo “La isla del tesoro”. En la adolescencia no leí nada o casi nada, puede que algo de Lovecraft y poco más. Y entonces, no sé muy bien cómo empezaron a interesarme algunos escritores Malditos como Rimbaud, Baudelaire, Lautremont, etc. A partir de ahí empecé a devorar libros, sobre todo los clásicos grecolatinos -tenía que recuperar el tiempo perdido-, y después las grandes obras de la literatura universal. Ya durante la carrera, aluciné bastante con toda la literatura de la época de la conquista del Nuevo Mundo y me dio por leer todo lo que caía en mis manos de ese periodo. Si lo piensas bien, aquello fue lo más parecido a una invasión alienígena que el hombre haya experimentado nunca, una auténtica marcianada de la que me habría gustado ser testigo (me da igual el bando, pero creo que me habría gustado entrar en Tenochtitlán con Cortés y ver por primera vez aquella maravilla). Y para terminar, me gustaría cerrar este itinerario lector con Henri Calet, que es un escritor al que le tengo un especial cariño y que es uno de los que más he leído y que además he tenido la suerte de traducir dos de sus obras: Monsieur Paul y Viejos tiempos (La belle lurette).
PD: Si alguien quiere un ejemplar de Monsieur Paul que me escriba por privado.
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